Soñó que pedaleaba

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El mágico relato de una mujer que tras años y años en coma comienza a soñar que monta en bicicleta.

Sofía soñó que montaba en bicicleta.

Extraño sueño para una persona que nunca había montado en bicicleta ni había hecho deporte, sobre todo para alguien que nunca se ha levantado de la cama.

Sofía, de 32 años, llevaba en coma casi desde su nacimiento. Era uno de esos raros casos a los que las Universidades de prestigio y los laboratorios punteros destinaban ingentes cantidades de dinero para investigación.

Lo que resultaba extraordinario hoy, precisamente hoy, era que la maraña de cables que registraba su actividad cerebral indicó, por vez primera en 32 años, que Sofía soñaba.

Sofía montaba en bicicleta. Al principio era doloroso articular los pies, pero no tanto guardar el equilibrio, pues de todos es sabido que uno es más ligero en sueños.

Le gustó tanto la sensación de cansancio físico que decidió volver a soñar con la bici. Poco a poco se convirtió en un hábito, el único hábito de su vida.

El andar titubeante se convirtió en trazado preciso y con el entrenamiento incansable de 12 horas diarias notó, exultante, la indescriptible satisfacción del que sabe que progresa en una actividad.

Lo excepcional del caso fue, no sé por qué extraña razón neurofisiológica, que la actividad en sueños produjo una sorprendente mejora física de la paciente, equivalente a la que hubiera experimentado si, efectivamente, hubiera realizado su sueño.

En aquellos días la habitación de Sofía se llenó de nuevos sensores y científicos eminentes llegados de todas partes del mundo visitaron a la paciente en coma, que inexplicablemente mejoraba su tono muscular a medida que soñaba.

A medida que Sofía progresaba en sus marchas, sus músculos, lejos de perder la atrofia devastadora que siempre habían tenido, empezaban a desarrollarse, fibrosos y fuertes, como los de una deportista de élite.

Y como soñar dentro de los sueños es gratis, Sofía quiso ser profesional. Para cuando se habían hecho tres doctorados sobre su caso mundialmente conocido, la complexión física de la paciente y su actividad cardiológica eran sin duda las de una ciclista profesional.

Sofía era implacable compitiendo. Tremendamente inteligente, con la vehemencia y la desesperación de los que saben que sólo se puede huir hacia delante. Allí triunfaba, donde las pendientes superan el 16%, donde el aire quema los pulmones y la carretera se estrecha por el gentío entre un ruido ensordecedor. Donde el tiempo se ralentiza y aumenta increíblemente la percepción de los sentidos. La gota de sudor que cae, el olor de la gente que te anima. Allí fue donde se cayó. Darse de bruces contra un guardarraíl a 92 km/hora no es una buena caída.

A partir del accidente Sofía dejó de soñar durante tres meses. El día 92 tras la caída Sofía despertó del coma.

― Oiga, ¿Sofía? ¿Me oye? Ha tenido un accidente en bicicleta. Ha estado un tiempo en coma, pero todo está bien. Se recuperará ―

Con los sentidos saturados por un torrente es estímulos nuevos, Sofía sonrió. No entendía el extraño lenguaje en el que le hablaban, no sabía dónde estaba. Era la primera vez que veía el mundo real.

― No importa ― pensó sin palabras― Montar en bici fue mucho más difícil. Aprenderé este idioma, me adaptaré al entorno. Volveré a montar en bicicleta.

Fuente noticia: ciudadrealdigital


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